Cuando todos pueden navegar: el diseño accesible ayuda a sumar usuarios

La Ley 11/2023 marca un antes y un después en cómo diseñamos la red. De la obligación legal a la oportunidad estratégica, las marcas se enfrentan a un cambio que redefine la experiencia digital. 

Un botón que no responde. Un formulario que nadie consigue completar. Un vídeo que se entiende… solo si escuchas bien.

Internet ha sido durante años una autopista brillante, pero con demasiadas salidas cerradas. Pero desde el 28 de junio de 2025, estas barreras han alcanzado su fecha de caducidad. La entrada en vigor de la Ley 11/2023 adapta al marco español la European Accessibility Act.

El principio es simple: ningún servicio digital puede dejar fuera a millones de personas con discapacidad visual, auditiva, cognitiva o motora. La diferencia, ahora, es que esta vez no es una recomendación: es una obligación.

Una ley que cambia las reglas del juego

Desde cajeros automáticos hasta webs de e-commerce, pasando por apps bancarias o plataformas de transporte: todo servicio digital deberá cumplir con unos estándares mínimos de accesibilidad. Ya no es un gesto voluntario o un plus reputacional, sino una obligación con plazos definidos que entró en vigor en junio. ¿Y qué pasa con los espacios digitales ya existentes? Tendrán hasta 2030 para adaptarse.

La norma establece una excepción para las microempresas con menos de 10 empleados, siempre que demuestren que la adaptación supondría una carga de trabajo desproporcionada e inasumible. Pero ojo: para el resto, no hay excusa.

El reto no es solo cumplir, sino comprender que la accesibilidad es sinónimo de calidad digital.

La ley se apoya en normas internacionales como las WCAG 2.1 AA y la norma europea EN 301 549. En la práctica, esto se traduce en decisiones de diseño y desarrollo que marcan la diferencia:

  • Navegar con teclado en lugar de depender solo del ratón.
  • Incluir subtítulos en vídeos o descripciones alternativas en imágenes para hacer visible lo invisible.
  • Usar contrastes de color que no fatiguen la vista —contraste real, no solo estético—.
  • Formularios claros, con etiquetas comprensibles y mensajes de error que guíen, no frustren.

El objetivo es fácil de plantear, pero difícil —y ambicioso— de ejecutar: garantizar que cualquier persona, con o sin discapacidad, pueda acceder y utilizar un servicio digital en igualdad de condiciones.

Lo que ganan las marcas

Aunque la norma llega con un marco sancionador —multas y exclusión de licitaciones públicas para quienes incumplan—, el verdadero impacto está en los beneficios:

  • Más usuarios: millones de personas con discapacidad visual, auditiva, cognitiva o motora. Y también personas mayores o quienes atraviesan limitaciones temporales podrán navegar por entornos digitales que, hasta la fecha, les resultaban inaccesibles.
  • Mejor posicionamiento en buscadores y experiencia de usuario: lo que ayuda a una persona con baja visión también ayuda a Google a entender mejor una web.
  • Reputación y confianza: mostrar un compromiso real con la inclusión refuerza la credibilidad de cualquier marca.

Algunas entidades ya han entendido que este es el camino. Ibercaja y Cajamar, por ejemplo, han adaptado casi toda su red de cajeros con guiado por voz en varios idiomas y modo de alto contraste. Grandes bancos como Santander o BBVA también están prácticamente al día con la nueva norma: han certificado la accesibilidad de sus apps y adaptan sus cajeros con funciones como asistencia auditiva y compatibilidad con lectores de pantalla. Las administraciones se han puesto las pilas, al menos en términos de transparencia. El Ayuntamiento de Madrid; el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones; o el Ministerio del Interior publican en sus sedes electrónicas declaraciones de accesibilidad donde detallan, punto por punto, qué criterios están aplicando y qué áreas están pendientes de mejora.

La apuesta de todos ellos demuestra algo clave: cumplir la ley es lo mínimo. Lo que de verdad importa, supone un impulso para marcas y usuarios, es el uso de la accesibilidad como palanca para mejorar el SEO, la reputación y experiencia.

Mostrar un compromiso real con la inclusión refuerza la credibilidad de cualquier marca.

A pesar de todos los avances, todavía abundan las malas prácticas: captchas únicamente visuales, sliders que bloquean la navegación con teclado, formularios sin etiquetas comprensibles… Errores que no solo excluyen, sino que transmiten un mensaje peligroso: la accesibilidad es secundaria.

¿Quieres empezar hoy?

La accesibilidad no se improvisa, pero se puede empezar a construir desde ya. Estos son algunos pasos que cualquier organización puede poner en marcha hoy mismo para alinear sus espacios digitales a las directrices del presente. En Bluefish podemos ayudarte a lo largo de todo el proceso.

  1. Auditar: usar herramientas automáticas y pruebas reales con usuarios.
  2. Priorizar: resolver las barreras que afectan a las tareas críticas (navegar, comprar, contactar).
  3. Documentar: publicar una declaración de accesibilidad, abrir canales de feedback directo.
  4. Formar: asegurarse de que diseñadores, desarrolladores y gestores de contenido conocen los criterios.
  5. Diseñar de raíz: integrar accesibilidad en cada nuevo proyecto, no como retoque final.

La accesibilidad digital puede parecer una cuestión exclusivamente técnica. Pero, en realidad, es una cuestión de propósito. Se trata de reconocer que un clic puede incluir o excluir. Que detrás de cada formulario o vídeo hay personas diversas, con necesidades distintas, que también tienen derecho a informarse, entretenerse o realizar gestiones.

La Ley 11/2023 es el marco. Pero la oportunidad es mayor: crear un internet más humano, más usable y más justo. Un océano digital donde todos podamos navegar.